Hace unos meses, nuestros amigos Yannick y Julia, nos invitaron junto a toda la "colla" a pasar un fin de semana en su casa de Belbianes (Francia), de camino, al pasar por la zona de Rivesaltes, vi como se alzaba ante nosotros un antiguo campo de concentración, no tuve ninguna duda, ese conjunto de barracones grises era un campo de concentración,Yannick a la llegada a nuestro destino me lo confirmó, era el de Rivesaltes y como sabe que soy algo inquieto me advirtió, tal y como indicaban diversos carteles, que era una zona militar y estaba vigilada.
El campo sigue en pie, desde el exterior de la alambrada parece que está bien conservado, es un lugar triste, oscuro, donde parece que el tiempo se haya detenido pero pide a gritos una visita.
Ese fin de semana hablamos de campos de concentración, guerra y exilio, pero entre tanta barbarie Yannick y Julia me hablaron de la Maternidad de Elna, una historia maravillosa, una luz de esperanza entre tanta oscuridad.
Sé que tengo una entrada pendiente sobre los campos de concentración del sur de Francia pero hoy la historia es
LA MATERNIDAD DE ELNA.
Ante la caída de la Barcelona republicana en manos del ejército fascista, casi medio millón de personas llegaron a la frontera francesa entre el 28 de enero y el 12 de febrero de 1939. Interminables hileras de hombres, mujeres, niños y ancianos se dirigieron hacia los pasos de Cervera, el Pertús, el Coll d’Ares y
la Gingueta d’Ix bajo un frío intensísimo y los despiadados bombardeos de la aviación franquista, en lo que fue la mayor diáspora en la historia de España.
Recuerdo las historias que me explicaba la Francisqueta, la Queta que vivía en el Pont del Príncep, al pie de lo que hoy es la N-II a pocos quilómetros antes de llegar a Figueres en dirección a Francia.Ella, una niña entonces se acordaba de toda aquella gente que pasaba ante su casa, y como se iban despojando amargamente de sus pertenencias para aliviar en lo posible la fatiga del doloroso camino al exilio.
El éxodo desbordó a las autoridades francesas y miles de personas fueron enviadas a los llamados centres d’accueil, auténticos campos de concentración enclavados en distintas playas del sur del país y custodiados por las tropas coloniales, eran senegaleses y marroquíes además de algunos gendarmes.
Lugares como Argelès-sur-Mer, Saint-Cyprien o Rivesaltes marcaron a fuego el trato galo al exilio republicano. Francia no respetó los derechos reconocidos por la comunidad internacional a unos soldados y unos civiles leales a un gobierno legítimo y democrático. “El mantenimiento del orden público y la seguridad nacional eran prioritarios, en detrimento de las condiciones de acogida de los refugiados, y estos centres d’accueil se convirtieron en un calvario de alambres, conjuntivitis, epidemias, como la disentería, hambre, frío, piojos, pulgas… y menosprecio. No había ni barracones, ni agua, ni letrinas, ni cocina. Sólo alambres, arena y mar”, escribe la historiadora Assumpta Montellà, en su libro LA MATERNIDAD DE ELNA.
En los campos de concentración, donde se hacinaban decenas de miles de personas, el índice de mortalidad infantil era del 95% y las condiciones de vida de los exiliados, incluidos los niños y las mujeres embarazadas, absolutamente inhumanas.
Fue entonces cuando la maestra y enfermera suiza
Elisabeth Eidenbenz, quien había trabajado en Burjasot (Valencia) entre 1937 y 1939 como miembro de la Ayuda Suiza a los Niños de la Guerra Civil Española y conocía la situación de los refugiados republicanos en el sur de Francia, decidió crear una maternidad.
Tras instalarse primero en una casa de la localidad de Bruilla, muy pronto pudieron utilizar un palacete rural de principios de siglo enclavado en Elna, una casa bellísima, llena de luz y muy próxima a los campos de Argelès y Saint-Cyprien. Las enfermeras recogían a las mujeres embarazadas en los campos de concentración y permanecían allí durante unas ocho semanas, bien atendidas y con apoyo psicológico y moral. “Mientras tanto –escribe Montellà-, aprendían a cuidar a los bebés, a bañarlos y alimentarlos, todo bajo la tutela de la directora, Elisabeth Eidenbenz, que con su coraje transformó un pequeño palacio rural abandonado en una maternidad que funcionó a pleno rendimiento en un contexto bélico…”. Hasta que la
Gestapo nazi la cerró en 1944,
en la maternidad de Elna nacieron 597 niños, la inmensa mayoría hijos del exilio republicano español, pero también algunos de familias judías que intentaban huir del holocausto.
Como señala uno de los niños nacidos allí, Sergi Barba: “En la Maternidad de Elna mi madre me dio la vida y Elisabeht Eidenbenz, la confianza en el género humano”.
Elisabeht Eidenbenz protagonizará una próxima entrada en este blog.
Gracias.